Diez años de carrera, algunos cds editados en forma casi artesanal y su permanente vigencia en la escena electropop le han sido suficientes a Travesti para convertirse en respetados referentes del género. La comentada tapa con Moria Casán, la salida por un sello algo más conocido que garantice una distribución un poco más generosa y el contenido musical del álbum deberían hacer el resto y permitirle al dúo el despegue y una continuidad merecida.
Travesti es una banda electrónica que sabe ponerle tensión a su música y que no parece desear que su público baile obligatoriamente. Pasajes ambientales y una atmósfera densa se alternan en el disco. Los ritmos más bailables gozan de un tempo pastoso que marcan un “estilo Travesti” (“El Rumbo del Brujo”, “Celebrity Total”) alejado de los clichés de las bandas más coloridas y fiesteras que podrían incluirse en un listado de pop electrónico.
Travesti logra un equilibrio inteligente en el uso de los instrumentos digitales y las guitarras (“Hechizos”) redondeando una propuesta hipnótica y refinada, que golpea al oyente con eficacia y permite una escucha reposada, casi lounge. Buen álbum. Busquen a Moria en la tapa.-
El caso de Fok es verdaderamente sorprendente. O al menos lo es para mí. Este es el proyecto de Juan Pablo Malvasio, tecladista, cantante y fisicoculturista orientado a la música de baile o como quieran ustedes llamarlo. Pero lo interesante del caso es que en este proyecto todo es tomado con seriedad pero parece ser encarado con enorme humor, desparpajo y de manera absolutamente desprejuiciada, contradicción que no hace más que aumentar mi confusión. Fok es electro para baile pero tiene una particularidad que lo distingue y que, según mi punto de vista, lo convierte en un verdadero pionero: los contenidos de sus letras. Es el primer músico de este tipo que hace del mensaje una bandera y de la ácida y mordaz crítica su discurso. Todas sus canciones se refieren a algún tema en particular abordado con mucho humor e ironía (los rockeros en pose, los figurones de disco, la historia de un chico al que no le gusta el fútbol) con un tratamiento sonoro de pop electrónico y ritmos de baile frenético. Los estribillos están bien logrados melódicamente y el disco se hace, en la suma de todos estos elementos, muy disfrutable, aún para los oídos más acostumbrados al guitarreo. De todas maneras el destino de la música de Fok es, por su propia voluntad, la pista de baile.
Los shows de Fok parecen ser altamente efervescentes. El subtítulo de Electrochongo y las aclaraciones de los temas (italo clash edit, boeing edit, entre otras) parecen hasta reírse de sí mismo y del género lo que alimenta en mí la idea de estar frente a un proyecto en serio y, a la vez, con mucho de joda.-
Todo mi respeto entonces para un artista valiente y decidido que sabe tomarse las cosas rompiendo barreras con inteligencia y humor.-
Sería injusto decir que los músicos independientes argentinos no son cuidadosos y detallistas con sus trabajos ya que son pocos los que no responden a estas premisas. Pero hay que decir que Juan Ravioli es el máximo exponente en este sentido, no solo por la cuidada producción gráfica o formal sino, principalmente, por el meticuloso andamiaje sonoro de sus composiciones. Ya desde su anterior “Album para la Juventud, Volumen 1” Ravioli sorprendió con su capacidad interpretativa, su don de compositor exquisito y sus fantásticas orquestaciones. Luego de tres años el siguiente volumen continúa con la calidad y contundencia con la que, evidentemente, este artista encara sus trabajos propios o las vastas colaboraciones con otros músicos independientes.
Con enorme elegancia, sobriedad y fino buen gusto las canciones pasan sin responder a estructuras tradicionales. Temas de menos de un minuto se mezclan con composiciones que abordan distintos ritmos generando un clima de sorpresa sin perder el hilo rector de melodías reposadas y extremadamente armoniosas, fundamentalmente acústicas.
Este “Album para la Juventud” pone a Ravioli (junto con Brian Storming) en un sitio que probablemente exceda a la escena del rock ya que son pocos los elementos que, en general, remiten a la tradición rockera y que pueda hacer que los buscadores de emociones más eléctricas se sientas lejos. Sin embargo y con marcadas influencias de Pez (tal como indica el autor en una reciente nota en Página 12), Ravioli se muestra hábil también para abordar exitosamente pasajes más bluseros como en “Despedida”. Muchos son las cumbres de esta maravillosa colección de canciones: me quedo, entre otras con “Benteveo” o “El Misterio”.
Disco indispensable para espíritus sensibles y confirmación de un artista poderoso y emocionante y primer candidato firme.
Gracias primero a Nuestrocrimen por el envío de su cd. La tapa del mismo, me sorprendió al sacarla del sobre del correo por su seductora sencillez. Los integrantes de la banda aparecen fotografiados en un jardín sin producción ni poses más allá de la cara adecuada “para la foto”. No se por qué pero inmediatamente asocié la imagen a una banda que hizo de su bajo perfil una bandera: mis adorados The Smiths. No me defraudaron. La analogía fue en esa dirección. Odio que haya tan buenas bandas en la Argentina y que no las escuche nadie. Nos perdemos de mucho talento, mucha melodía. No digo que a Nuestrocrimen le sobre, pero tiene mucho como para dejarte bien contento. Canciones pop de melodías aladas y melancolía argenta. "Y quiero darte un regalo que cambie entera tu suerte y se me ocurre prestarte un poco de canción para siempre..." cantan en “Denuevo”. El saxo te lleva en “Nosferatu” y la voz del cantante hace gala de su falsete bien logrado a lo Morrissey. Hits poderosos me pegan en la cabeza (“Palo 1”, “Las calles…”, la ya nombrada “Denuevo”). Pero el álbum parece dividirse en dos mitades y es la segunda donde algunas cosas sobran (parecen como enamorados excesivamente de sus canciones) como para no despachar un debut que pueda ser tildado de sobresaliente: algún tema hace que el disco sea un poco largo, el tango medio rebuscado de “Pechera”, un tono algo romanticón en “¿O no?” o “Palo 2” parecen sobrar. En síntesis hay canciones de alto vuelo (y otras, es cierto, con algún decaimiento) para que disfruten los amantes del pop. Un trabajo como para no perderse y un debut muy prometedor.-
Entrada, plato y postre con tres eps que se descargan de forma gratuita y que muestran buena calidad en tres propuestas diferentes aglutinadas por el talento y la calidad de los artistas.
Imperio Maltés. “Atravesando”.
Independiente. 2009.-
Seis canciones con profundo espíritu rock dan forma al primero de estos sabrosos platos. Imperio Maltés hace rock con versatilidad de sabio, variando ritmos y profundidades (composiciones más densas o más ligeras) pero sin perder su sello ni carácter. Muy buena voz de su cantante, guitarras inteligentes y buenas canciones ante todo. Alto nivel alcanzan, a mi juicio, en las composiciones más oscuras como “Llegaste”, con claras influencias de los que la prensa alguna vez llamó grunge, y en la tristeza de “Sueño de Cicatriz” con un solo de guitarra épico como hay pocos. Me gustan mucho estos dos temas y marcan una diferencia sobre las otras cuatro canciones más pop. Muy buen trabajo para ponerle una fichas sin miedo.
El artista argentino con residencia en Barcelona, España, vuelve a la carrera con un nuevo ep. El año pasado ya había comentado dos trabajos editados en Internet. El primero de ellos era el muy recomendable “Newbery” (con el antiguo nombre de Holy) y posteriormente y ya bajo su nueva identidad artística y en un escalón inferior de calidad, “Botepronto”.
En este ep Giúdice confirma ser un verdadero alquimista del rock metiéndose desprejuiciadamente en un sonido punk por momentos furioso pero que no se resigna a dejar de trabajar las melodías con habilidad. Otras seis canciones pero esta vez de pop poderoso y garagero como para sorprender al más peinado y terminar a los saltos. Me reconforta reencontrarme con Giúdice y, sobre todo, verlo (en verdad escucharlo) en tan buena forma.
Para el postre dejo el ep más dulce de los tres. Agosto también apareció en este blog el año pasado con su muy buen álbum “Voces Rojas”. En 2009 y como adelanto de su próximo álbum sale este “Nadie”. Y vuelven a sorprenderme tanto como en su disco anterior. Estos caballeros manejan la melodía, las voces y los coros con un estilo beatle de alta escuela. Sus riffs de guitarra son impecables, los fraseos de bajo sostiene la melodía y las canciones se te calzan en el corazón como si fueran un guante sedoso. El tema que da nombre al disco es candidato a canción del año. Melancólicos y finos, melodiosos y hasta cortantes con filosas guitarras en “Parece” dan muestra de una obra de alto vuelo. Siempre que me encuentro con artistas de tamaño calibre me inquieta pensar ¿hasta cuándo se puede sostener tan elevado nivel de virtud? Obviamente no lo sé. Espero sea por siempre.-
Carolina Bossa. “Formas Distintas”. Ava Records. 2007.-
Carolina Bossa es una cantante rosarina ya instalada en Buenos Aires que ha tenido la amabilidad de enviarme su cd de muy cuidada producción gráfica. Agradezco como siempre tamaño gesto y explícito apoyo.
Carolina parece decidida, y lo celebro, a mostrar sus canciones contra viento y marea. En su sitio pueden verse links a notas con Fernando Peña o artículos en diarios como Página 12. Su voluntad de mostrar su producción artística se alinea con su evidente pasión por lo que hace.
La música rock pop, como ella misma la califica, de Carolina está coloreada por el jazz y, sobre todo, por cierto aire blusero que me obliga a ubicarla espacialmente en algún bar de humo monolítico, escenario chiquito y músicos y público hermanados en el amor por la música y un buen solo de viola. En este sentido parece encontrarse cierta justificación para variados clichés de género presentes en el disco, orquestaciones clásicas y poca innovación. Hay composiciones que me parecen algo crudas, como si hubiesen necesitado un poco más de trabajo antes de enamorarse del resultado alcanzado. En algunos pasajes la voz parece precipitarse en estrofas largas o en acentuaciones forzadas para ajustarse a la melodía.
Carolina Bossa se preocupa y mucho por plasmar sus experiencias y sentimientos en una poesía personal y versátil, riendiendo culto a un mundo de blues y rock clásicos que parece resumirse en el pasaje instrumental “Principio y Fin” que cierra el disco a manera de bonus track y en un siempre presente “sello rosarino“ que parece sanamente infranqueable. Un tanto alejada, es cierto, del inevitablemente subjetivo gusto de este humilde reseñador, la joven artista redondea un disco correcto, sincero y apasionado pero que muestra algunos rebordes para pulir.-
Comentar un disco de Pez me obliga a efectuar un sintético discurso de Ariel Minimal, cuyas prolíficas e inquietas actividades le han permitido edificar una sólida reputación en el medio. Sus colaboraciones en los Fabulosos Cadillacs, en grupos ocasionales con otros artistas o las participaciones en producciones o ediciones de bandas de su sello no han opacado ni un céntimo la que ha sido su banda y el motor de su arte: Pez. Desde la aparición del primer álbum de Pez siempre Ariel la ha puesto en el primer lugar de sus ocupaciones y lo ha destacado como su proyecto principal. Creo por esto que la salida de un nuevo álbum de Pez es para él y sus seguidores un motivo para celebrar.
Este disco (el décimo primero de su discografía) los muestra con la misma potencia y energía de siempre pero con una cara más luminosa que este narrador festeja dichoso. La música de Pez abreva en el rock progresivo de pesada tradición nacional. El tema que abre el disco confirma esta idea con esa densidad instrumental de tono casi épico. Pero con el transcurso del álbum van apareciendo canciones más abiertas y serenas (sereno en el mundo Pez, por supuesto, plagado de energía) como "Roma", la excelente "Alada" donde la voz de Minimal se luce en una interpretación a puro sentimiento, "Volverán" (otro pico alto del disco) o "Sueño". Sin bajar una sola bandera de su ideario musical, Pez parece más dispuesto a composiciones más transparentes y, por lo tanto, accesibles a oídos no tan entrenados en el sonido retro (?) de Pez.
La banda suena ajustadísima, sólida y gruesa, lo que es ya una marca del experimentado grupo. Los fanáticos de la primera hora se deleitarán con esta nueva entrega y los que todavía no le hayan entrado tienen una excelente oportunidad. El anciano de la tapa, en pose reflexiva y serena, parece mostrar el estado de madurez alcanzado por Pez y su libertad para mostrar con la misma convicción su poder rockero de riffs complicadísimos o canciones que, por ser más simples, no pierden fuerza y ganan sensibilidad. Un disco para aplaudir.
